Estaba sentado junto a una calculadora ultimando detalles para entregar un informe financiero. Repasó mentalmente sus últimos diez años. Una vez concluyó su formación universitaria, y a diferencia de sus demás compañeros, se vinculó laboralmente a una empresa próspera.
Ahora ocupaba un cargo de reconocimiento en la escala del organigrama empresarial. Estaba próximo a un ascenso...
Se desajustó un poco la corbata. Le asaltaban muchas inquietudes, entre ellas la conversación sostenida el día anterior con el pastor.
--Encuentro que eres un hombre dedicado a Dios. Tu testimonio cristiano es sobresaliente. Todos reconocen tu liderazgo. He pensado que podrías ayudarnos en la pequeña misión que tenemos al oriente de la ciudad. Si crece—como no dudo que ocurrirá—deberás dejar tu trabajo para asumir el pastorado a tiempo completo...—le dijo.
John Jairo no ponía en duda que la iglesia prosperaría. Era parte de una denominación en la que se trabajaba arduamente y se acompañaban los esfuerzos evangelísticos con mucha oración. Ese constituía el secreto para ser una organización eclesial de rápido crecimiento.
Su inquietud giraba alrededor de si debía o no aceptar aquél reto. Además, había escuchado de otros hermanos en la fe que su llamamiento al ministerio había sido diferente. ¿Acaso era la voluntad de Dios?
Sinceramente no sabía por cuál alternativa inclinarse. De un lado su futuro era promisorio, y de otro, amaba la obra de Jesucristo y lo que más anhelaba era servirle...
Dios tiene diferentes formas de llamarnos a su servicio
Cuando disponemos nuestro corazón para servir a Dios, debemos aprender que las formas de llamamiento difieren de una persona a otra. Eso es lo maravilloso. Trata a cada uno de una manera especial.
Eso lo observamos, por ejemplo, cuando llamó al apóstol Pedro: "Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres. Dejando luego sus redes, le siguieron." (Marcos 1:16-18).
Los dos hermanos tenían un futuro prometedor como empresarios navieros y pesqueros. Si bien es cierto no tenían una amplia formación académica, los recursos económicos para vivir no les faltaban. Cuando reciben el llamamiento de Jesús, debieron tomar una decisión.
Lo único que les prometió el Maestro es que serían "pescadores de almas". Nada alentador para quien solamente piensa en recursos económicos.
El modelo de convocar a sus servidores fue bien distinto de los que utilizó cuando llamó a un próspero Contador Público al servicio de Roma.
Su familia gozaba de reconocimiento social. Nada le hacía falta. Vivía en la mejor urbanización de Jerusalén; sus hijos estudiaban en los mejores colegios y, además, cuando salía a algún lugar a cenar, le reservaban las mejores mesas. El trato de Dios con él fue directo. "Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió" (Mateo 9:9).
Hay quienes lo piensan dos veces antes de aceptar. Les inquieta perderlo todo y dejar de lado su futuro, que luce prometedor, para invertirlo todo en el Reino de Dios. Otros, por el contrario, están dispuestos y van a Su servicio, sabiendo que entrarán a trabajar en la mejor empresa del mundo, bajo la nómina de Dios cuya empresa –que es la proclamación del Evangelio—jamás entra en bancarrota.
No todos los que quieren servir, reciben el llamamiento
Ser llamados por Dios para extender el Reino de Dios no es para todas las personas. Es para aquellos a quienes Jesucristo llama. Él conoce nuestro corazón, nuestras intenciones y, por supuesto, nuestras expectativas.
En la Biblia leemos que "Viéndose Jesús rodeado de mucha gente, mandó pasar al otro lado. Y vino un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza." (Mateo 8:18-20).
Observe que la respuesta no dio lugar a dudas. Jesús conocía qué había dentro de aquel hombre y, de inmediato, le respondió que si su expectativa era la solidez financiera y asegurar un empleo permanente, era mejor que buscara otra ocupación.
Igual con quienes están detrás del ministerio en procura de reconocimiento o de granjearse un buen salario. ¡Están absolutamente equivocados! Su llamamiento no es el ministerio cristiano, sino la visión empresarial y deben reorientar sus metas...
No dilate la decisión
¿Cuántas personas recibieron el llamamiento de Jesucristo a ser soldados de su Ejército y terminaron ocupados en cualquier cosa menos en el ministerio cristiano porque se demoraron en tomar una decisión? Sin duda son muchos. El curso de sus vidas pudo ser exitoso, pero lo pensaron demasiado...
El evangelio relata que: "Otro de sus discípulos le dijo. Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos" (Mateo 8:21, 22).
¿Entiende el contexto? Aquél hombre pedía licencia a Jesús para esperar a que su padre muriera, lo que podía demorar meses o quizá años, antes de seguirle.
Es probable que hoy mismo usted se encuentre ante la disyuntiva: Servir o no a Cristo en Su obra.
No permita que Satanás mine su corazón con la incertidumbre. Vaya a Dios en oración y pídale Su guía. Si está en Su preciosa voluntad, Él pondrá paz en su corazón para tomar la decisión apropiada.
Su decisión debe ser firme
Infinidad de hombres y mujeres, fruto de las emociones, han sentido que en su corazón ardía el llamamiento al ministerio cristiano. Iniciaron con mucho entusiasmo, pero pasado un tiempo, experimentaron desaliento y volvieron atrás.
¿Cuál es la respuesta del Señor Jesucristo a quienes viven un momento así?
"Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios" (Lucas 9:61, 62).
Se requiere valentía, decisión y ser esforzados, es decir, persistir aún cuando pensamos que nos abandonan las fuerzas. ¿Está usted dispuesto a asumir el reto?
Dios tiene un premio especial para sus siervos
Es cierto que cuando vayamos a la presencia del Señor Jesús no habrá distinción entre los que fueron altos jerarcas de la iglesia y quienes apenas sí tenían un pequeño grupo de oración. Todos somos iguales ante Su presencia.
No hay nadie más importante que otro. La clave es perseverar, aún si la obra en la que está desarrollando el ministerio cristiano es pequeña. No permita que el desánimo toque a su puerta. Hay una recompensa especial de Dios para usted:
"Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado cada, o padres, o hermanos o mujer, o hijos por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna" (Lucas 18:28-30).
Nuestra recomendación sincera está encaminada a dos aspectos: el primero, revise su vocación. Afírmese en ella orando a Dios para que la confirme en su corazón. Y una vez esté en el ministerio cristiano, adelante, persevere, nada le robe la paz. Recuerde que su superior inmediato es Jesucristo y Él traerá victoria a cuanto usted haga.
No se inquiete por quienes tienen una iglesia más grande que aquella en la que usted ministra. Recuerde que lo esencial es que haga su trabajo bien, con toda dedicación y entrega, orientado por Dios; Él es quien dará la cosecha...
Que el Señor te bendiga.
(material recopilado)
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